El futuro de la exploración intergaláctica podría ser mucho, mucho más pequeño y más caro de lo que jamás imaginamos. Un astrofísico de la Universidad de Fudan ha hecho los cálculos para una hazaña que parece sacada de una película de ciencia ficción: enviar una nave del tamaño de un clip al agujero negro más cercano. El proyecto es teóricamente posible, pero tiene una pequeña traba: el precio.
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El ‘viaje imposible’: Así sería el asombroso plan para llegar a un agujero negro
La propuesta del astrofísico se basa en una tecnología que ya conocemos, pero llevada a su extremo más ambicioso. La nave sería una nanonave de apenas unos pocos gramos, equipada con un microchip para la recopilación de datos y una vela solar de 10 metros cuadrados.

Para propulsarla a las velocidades necesarias para un viaje tan largo, el plan propone utilizar un gigantesco sistema de láseres que empujaría la nave sin necesidad de combustible. Así, esta diminuta nave alcanzaría el agujero negro más cercano, conocido como Gaia BH1, a 1.560 años luz de la Tierra.
El precio de la aventura: ¿Por qué costaría un billón de dólares?
Si la nave es tan pequeña, ¿por qué el viaje cuesta tanto? La respuesta está en el sistema de propulsión. Para que un láser impulse la nave a la velocidad necesaria, la energía y la infraestructura serían colosales.

El costo de este sistema, con todos sus componentes, se ha estimado en alrededor de un billón de euros, una cifra que deja al proyecto de Elon Musk para llegar a Marte con un presupuesto de juguete. El billón de dólares se destinaría, en su mayoría, a la construcción y mantenimiento de la enorme red de láseres.
De la ciencia ficción a la realidad (teórica)
Aunque el plan suena a algo que veríamos en una serie de televisión, se basa en cálculos científicos y tecnologías reales. Sin embargo, por ahora es solo un concepto teórico.

La construcción de un sistema de láseres de esa magnitud y con ese poder es una tarea titánica que está fuera de nuestro alcance tecnológico y económico actual. Pero el hecho de que un astrofísico haya hecho los cálculos demuestra que la posibilidad, por remota que sea, existe. Es un recordatorio de que las ideas más audaces a menudo comienzan como simples fórmulas en un papel.